El otro y la fidelidad
El otro, la otra… hablemos de fidelidad. Me gustaría reflexionar sobre esta cuestión, planteando temas que suelen ser incómodos, a veces doler, y ante los que en la mayoría de las ocasiones, nos mostramos irracionales, porque nos duele y los vemos desde el lado de la tortilla que nos ha tocado vivir. Aun sabiendo que es un tema que nos toca nuestro lado irracional, vamos a tratarlo, intentando sobre todo ponernos en la piel de la parte más débil, que siempre es sencillamente, quién más sufre. Lo primero que tendríamos que hacer sería ponernos de acuerdo sobre qué es una infidelidad y dónde está la principal causa de la misma.
Para mí la infidelidad es básicamente una deslealtad. Y por supuesto no quiero excusarla, porque cuando se produce y hay dolor, puede desgarrar el alma. Cuando buscas fuera algo, es o porque en casa no lo tienes, o porque necesitas reforzar tu autoestima, creerte, sentirte más, mejor, etc. Fuera como fuese, en estas historias siempre hay tres partes. Quien engaña, con quien se engaña y la persona que es engañada. Utilizo el verbo engañar porque al fin y al cabo es de lo que se trata.
Cuando quien comete la infidelidad es un hombre, como ya hablamos en otra ocasión, las mujeres en un alto porcentaje (sigamos a Paretto – un 80%, sí, un 20%, no) de los casos, culpamos a la otra. En vez de desatar nuestra ira contra quien ha sido desleal con nosotras, contra quien nos debía al menos la verdad, lanzamos maldiciones contra la otra, esa perra, zorra, y lindezas similares que me ha robado a mi hombre, pero de alguna manera, lo salvamos a él porque ha caído en las fauces de una hidra que lo ha abducido, y el pobre, antes de convertirse en estatua de piedra, no le ha quedado otra, que dejarse llevar. Cuando él vuelve arrepentido, y nos mira con ojos tiernos y nos coge la mano, recordándonos que somos la «única» que realmente le interesa, nosotras perdonamos, porque la mala era la otra. (Te recomiendo el post: La Otra. ¿Víctima o verduto?)
Ahora bien, ¿qué pasa cuando quien comete la infidelidad somos nosotras, las mujeres? Aunque las generalizaciones son malas, por definición, por meter todo en un mismo saco, es cierto, en general, que podemos estar de acuerdo con que en el caso de los hombres el motivo del engaño tiene que ver con la pasión y con la reafirmación de la hombría, mientras que en el caso de las mujeres, tiene que ver sobre todo con lo emocional, ojo, y no hablo de amor, no nos engañemos, pero sí con sentirnos especiales, deseadas, únicas. Hecha esta apreciación, volvamos a la mujer que es infiel.
Cuando un hombre es el engañado, a diferencia de lo que hacemos las mujeres, no culpará «al otro», sino que responsabilizará a la mujer o incluso se autoinculpará, por no ser suficiente, por no saber… sea como fuere, y en la versión que fuese, el hombre en la mayoría de los casos sale indemne.
Vamos a hacer un alto en el camino, y aunque Esnupi suele, sobre todo, centrarse en lo femenino, hoy vamos a dedicar una reflexión a ese hombre engañado que se echa la culpa por no haber sido suficiente para su «mujer». Ese hombre que se queda anulado y falto de confianza y que sería capaz de asumir la muerte de Kennedy si fuera necesario, para conseguir que no lo abandonen. Ese hombre que necesita reencontrarse y volver a sentirse fuerte.
La pregunta que nos podemos hacer es ¿puede realmente recomponerse? La respuesta está claro es que sí. Pero ¿cómo hacerlo? Lo primero a tener en cuenta es que es un proceso que requerirá de esfuerzo y constancia. Este hombre ha de iniciar un camino que le lleve a recuperar su autoestima que se sustentará fundamentalmente en el respeto, en sentirse respetado, proceso que debe comenzar por el autorespeto. Este autorespeto se consigue por superar hitos, y para ello el deporte y el ejercicio serán herramientas más que útiles.
El siguiente paso, será conseguir el respeto de los demás. Aquí la base podrá estar en demostrar la profesionalidad, el conocimiento, las habilidades. Asentado el respeto, vendrá el trabajo en lo que a notoriedad se refiere.
Este proceso no tiene una duración concreta, depende de cada persona, pero sí superar unas fases necesarias. El hombre que las supera, alcanza el nivel de confianza suficiente como para llegar a una relación con la seguridad necesaria, y sabiendo qué y cómo, y de qué manera comportarse para darle a su pareja lo que realmente necesita. Saber combinar esa mezcla de pasión y emoción que al fin y al cabo es el sustento de una relación. ¿Es fácil? Por supuesto que no,pero no olvidemos nunca que quien algo quiere, algo le cuesta.