Cambiar el mundo

Un simple comentario de un conocido, me ha hecho reflexionar acerca de si se puede o no cambiar el mundo. Hay muchas cosas que no nos gustan, muchas cosas que creemos que deberían ser diferentes, pero siempre pensamos en que es imposible, en qué podríamos hacer nosotros, y al final igual que la zorra desdeñaba a las uvas, nos apartamos diciendo que no podemos hacer nada y nos quedamos como vegetales, auto convenciéndonos de que era imposible y que por eso simplemente nos quedamos sin hacer nada.
Pero lo cierto es que no es verdad. El mundo sí que se puede cambiar. De hecho si aún no vamos con taparrabos y dejamos las cuevas, es porque hubo quien creyó que era posible, y simplemente hizo, y siguió haciendo.
Cambiar el mundo es un concepto demasiado global y pensado de esta manera, puede resultarnos una tarea demasiado difícil. Pero el mundo no cambia de forma general, son las pequeñas cosas las que van haciendo que cambie. Pequeños movimientos se pueden convertir en un gran terremoto capaz de remover los cimientos de aquellos edificios que queremos derribar. Es importante ser consciente de que el gran cambio es la suma de muchos chiquitos, y que además comienza por uno mismo.
Por tomar la decisión de querer hacerlo, de ser capaz de abandonar la zona de confort, aquella en la que bien o mal, nos sentimos dentro de lo conocido, y nos acomodamos, aunque no sea lo que queramos, hay que tener el valor de hacer. De tomar decisiones, de pelearlas y de asumirlas. Si pensarlo es difícil, convencerse complicado, hacerlo puede llegar hasta a doler. Pero si realmente queremos otra cosa, hemos de ir a por ella.
Si fuera fácil, no tendríamos que hablar de nada de esto. No tendría valor, porque se haría y ya. Sería genial. Pero en la mayoría de las ocasiones, como dice el sabio refranero español, a quien algo quiere, algo le cuesta. Y esto también forma parte del valor intrínseco del propio cambio. No es sólo buscar un resultado diferente, sino que todo el proceso también forma parte del mismo y además muchas veces nos sirve precisamente para hacernos más fuertes, para estar más firmes en nuestras convicciones, en definitiva el proceso muchas veces nos sirve para realmente ser conscientes de la magnitud de lo que queremos cambiar e incluso mide lo merecedores o no que somos de los mismos.
Sea como fuere, que sea posible, para nada significa que sea fácil. Requiere de convencimiento, de seguridad, de constancia y de valor, porque somos humanos, y los cambios, lo desconocido nos desconcierta y nos asusta. Y ahí es dónde verdaderamente reside el valor. No se trata de no tener miedo, eso no es ser valiente, eso puede ser de locos o temerarios, se trata de pese al miedo, seguir adelante. Ahí es donde reside el auténtico valor, ahí es dónde encontramos el coraje real.
Así que cambiemos el mundo. Cambiemos nosotros, porque como hemos dicho en otras ocasiones, atrévete a soñar, ese es el primer paso, está claro, pero después de haberlo soñado… hay que hacerlo realidad, y ahí sí que hay que remangarse y lanzarse al fango. Si finalmente no fuéramos capaces, o el resultado no fuera el esperado, al final siempre nos quedará el haberlo intentado, porque prefiero no llegar, antes de no haber sido capaz de empezar a andar.
¡¡Suerte, o simplemente, adelante!!