Rumbo al Paraíso

Esnupi 26 Ene, 2016 En los zapatos de Dorothy, Viajando con Esnupi , , , , , ,

Los lazos que se hacen a miles de kilómetros de tu hogar, cuando vives por primera vez en el extranjero son tan fuertes como el acero y tan largos como la vida misma.

Rumbo al Paraíso

Ese es el motivo por el que nueve años después de vivir un Erasmus intenso y muy especial, quisimos ponernos los zapatos de Dorothy para hacer un viaje muy especial, una aventura de chicas, que cualquiera de nosotras querría vivir, fuera como fuera. Por ello, iniciamos nuestro particular camino de baldosas amarillas, recogiendo en la enorme isla británica a Pequerrecha y Queen, dos amigas con las que cruzar el charco para ser la primera visita de Kikila, la cuarta jineta de nuestra época “erasmil”, que vive nada más y nada menos que en El Paraíso.

El destino no nos importaba, nos daba igual. Sólo no conocíamos a través de fotos de facebook y la sensación que teníamos era que parecía la ¨Nada¨. Kikila, ex-urbanita donde las haya, vive en pleno siglo XXI en una traila, en un pueblito donde no hay ni luz, ni agua corriente, ni teléfono. Pero bueno, íbamos a verla, nos íbamos a disfrutar de un paraíso de relax, ante el stress que vivimos diariamente, así que la suerte estaba echada, y… ¡¡¡¡Bahía de los Ángeles allá vamos!!!!

El viaje se planteaba divertido, tras once horas de vuelo, sólo necesitaríamos ocho horas más en coche, por una carretera comarcal parcheada a finales de los 90, para llegar a ese lugar en el que viajábamos unos siglos hacia atrás. Hecho, nos podéis imaginar en el mapa, conduciendo por la única carretera que cruza Baja California la ¨N1¨. Esta no es otra cosa que una leve línea de asfalto entre tierra y polvo que atraviesa grupos de casitas, a los que llaman pueblos. Desde luego, nada que ver con las urbes a las que estamos acostumbradas y que tanto nos gustan.

20151002_151438

Tras varias horas recorriendo el México profundo y disfrutando de la compañía del Océano Pacífico a la derecha, nos despedimos de éste para cruzar al otro lado de la península. Nos escoltaba el cielo naranja amoratado, de un precioso atardecer, mientras el Sol se escondía entre gigantes dunas. Sin cobertura de teléfono, con gasolina suficiente y con varios litros de agua, nos dispusimos a cruzar el desierto, para hacer la mitad de nuestro camino.

Nos adentramos en ¨El Valle de los Cirios«, un desierto plagado de enormes cactus (totalmente de película) con pistilos amarillos en la punta, que parecen velas iluminando el anochecer. Después pasamos ¨El Valle de los Gigantes¨, donde nuevamente miles de cactus mejicanos con sus enormes brazos y varios metros de altura, parecían saludarnos. Había liebres cruzando la carretera. Pudimos ver a algún zorro, a las vacas tan tranquilas plantadas en mitad de la carretera. Ellas estaban en su casa, las intrusas éramos nosotras. Rogamos hasta en arameo para que se apartasen. En este viaje que parecía irreal, que parecía una maqueta por la grandeza del paisaje, incluso cruzamos un oasis. Sí un oasis, en el que allí en el desierto aparecía, tal cual un espejismo, y pudimos escuchar los croack de las ranas. Parecía increíble.

Este oasis nos indicaba que estábamos al lado del desvío que por fin nos llevaría a nuestro destino. Estábamos a tan sólo una hora, pero sentíamos que ya no podíamos más, necesitábamos bajarnos del coche, estirar las piernas y recordar que sabíamos caminar e incluso hasta estar erguidas.

Ese, fue el primer momento en el que reconocimos el paraíso. Estábamos rodeadas de millones de estrellas. Era espectacular, ya que hasta el horizonte, en mitad de un desierto en el que no había ninguna luz, pudimos contemplar en toda su grandeza esa enorme mancha blanca, la estela que cruzaba el cielo de lado a lado, y entonces supimos que «The Milky Way, existe, y no es una leyenda urbana. Era imposible reconocer las míticas constelaciones, porque se veían tantas estrellas que se unían unas con otras. Incluso parecían parpadear. Vimos alguna estrella fugaz, y por supuesto que pensamos en nuestro deseo, que no os voy a cont
ar, porque quiero que se cumpla. Me perdonáis, ¿verdad?

_MG_3172

Ante esta maravilla, tenemos que reconocer que las siete horas de camino, dejaron de pesar, y lo que sí ocurrió es que aumentaron las ganas de llegar, al auténtico paraíso. Con la emoción de ver ese cielo y la enorme mancha blanca, de la Vía Láctea, por primera vez, parecía que sólo habían pasado 10 minutos, cuando tras unas curvas de bajada vimos una veintena de luces agrupadas y algunas más desperdigadas. ¨Chicas, estábamos en Bahía»

Minutos después dejamos el parcheado y agujereado asfalto para sumergirnos en un camino de tierra que nos llevó a lo que sería nuestro hogar durante unos días. Una modesta cabaña de piedra, con lucecitas blancas en el porche y un centro de conchas y caracolas en la mesa.

Cansadas del camino, nos sentamos en el porche a disfrutar del Pacífico. Nuestra compañía era un firmamento de estrellas, con la enorme Vía Láctea sobre nosotras y frente a las islas del ¨Canal de Ballenas¨. Escuchábamos el silencio y nos daba hasta miedo. Minutos más tarde el negro cielo empezó a naranjearse para mostrarnos una enorme línea de fuego. La luna nos daba la bienvenida a Bahía y se reflejaba en el mar frente a nuestra cabaña.

Ya estábamos allí, ya habíamos llegado, era ………… PARAISO

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

NOMBRE

MAIL

TELEFONO

CUÉNTANOSLO

×